Cebolla

Ella se encuentra de espaldas a mí. El sonido del cuchillo es rítmico. La cebolla cruje bajo su filo.
La televisión crepita y de vez en cuando se oyen trozos de noticias catastróficas, frases que quedan cortadas de manera poco elegante. La imagen es gris y arenosa.

Veo su rostro reflejado en un caldero sobre el fuego. Su nariz es larga y sus ojos grandes.
Está concentrada en cortar. El olor de la cebolla me hace saltar las lágrimas.

Se gira un poco para apartar su pelo largo y sin brillo, y su reflejo en una tetera metálica me devuelve una mirada perdida con unos ojos pequeños y una nariz porcina.

El sonido del agua goteando se une al compás del cuchillo. Busco con la mirada, pero no es el grifo. Un líquido rojo se precipita desde la mesa sobre la que ella está apoyada. Cae en una olla situada a su lado, en el suelo, con un sonido metálico.

Ella alarga un poco la mano izquierda para coger otra cebolla, salpicando con un reguero rojo oscuro. Su mano está pegajosa.

Miro mi mano por acto reflejo. Las moscas se agolpan sobre la sangre seca de mis dedos.

Cuando termina de cortar, añade la cebolla rojiza al caldero.

¡Gracias por leer mis estupideces!