Autopsia del miedo

Unos dedos minúsculos se apoyan en el borde de la boca que se abre en el terreno, que es de una oscuridad envolvente, entera, asfixiante. Los ojos siguen a los dedos y observan temerosos otros ojos vacíos y absorbentes en el fondo. La negrura absorbe las lucecitas que proyectan, que resbalan de las cuencas y caen al vacío. Caen, caen, caen. Desaparecen.

Ahora es la tenebrosa brecha la que con sus dedos afilados pincha el borde de la tierra. La oscuridad es humo que se arrastra espeso por el suelo, cubriéndolo todo de su negro áspero, ahogando todo rastro de vida que encuentra a su paso. La arrolla, la aplasta, la marchita y la reduce a cenizas que se mezclan con el humo, y se torna cada vez más fuerte.


Noche invencible, inevitable. Te miro a los ojos y me derrotas otra vez, mientras estiras tu mano de tentáculos de humo de cenizas de vidas perdidas, y con ella abrazas mi alma hasta que no queda más aliento en ella.

¡Gracias por leer mis estupideces!