Elise

"Elise se sentía poco especial aquel día.
Sentada en su pequeño sillón blanco como la nieve, miraba por la ventana de su habitación sintiendo una especie de miedo irracional a ser una persona quizás no del montón, pero sí poco importante.
Tenía miedo a que no la quisieran, de que no notaran su presencia o su ausencia. Últimamente incluso tenía la sensación de que los mayores jamás miraban abajo para mirarla a los ojos, y no se atrevía a participar en sus conversaciones porque temía parecer tonta -aunque, no pocas veces, ellos dijeran lo que ella estaba pensando un segundo antes.
Decidió dar un paseo por el jardín, y, a la sombra de su roble favorito, pensó que todos en este mundo tenían algo especial, y que ella también debía tenerlo.
Elise arrancaba el césped con una mano mientras observaba pensativa a una mariquita que trataba de escalar por una flor. Reflexionando, buscaba qué era ese algo que la convertía en especial, pero era incapaz de encontrarlo. Y aunque a veces parecía vislumbrarlo, se le escapaba de la mente al segundo.
Una hoja del roble se desprendió, y de golpe, le pareció mucho más delicado de lo que le había parecido nunca aquel árbol tan fuerte y que tanta seguridad le aportaba. Así que agarró la hoja del suelo y decidió guardarla. Pensó que quizás era cuestión de tiempo descubrir lo que la convertía en una persona especial, porque a veces nos cuesta ver más las cosas que están justamente frente a nuestros ojos."

Fleetingness

¿Qué es la vida en sí?
Existimos, venimos a este mundo sin ningún fin más que el de transmitir nuestros genes. No somos nada, ni una mota de polvo, para el universo.
Somos frágiles, efímeros. Nos damos más importancia de la que tenemos, y nos duele descubrir que nuestras ínfimas vidas pueden acabar, que podemos sufrir, que nos puede pasar cualquier cosa. No queremos darnos cuenta de que todo lo malo es parte de la vida, de que no hay nada más. No hay suerte, no hay nadie jugando con nosotros. Nada se oculta tras lo que llamamos trascendental. Por eso además siempre nos pilla por sorpresa el que la vida nos ataque con algo.
Además, creamos lazos entre nosotros. Lazos que, en el fondo, no son más que trucos de la evolución para perpetuar la especie. Y sufrimos por ellos.
Hoy me siento muy pequeña; insignificante. Me paro a pensar y encuentro que todo carece de sentido, incluso esta reflexión. Siento que todo lo que pienso, que el mundo, que la existencia en sí, que todo lo que me rodea es algo casi intangible, fugaz. Algo que morirá conmigo.

Campos de fresas

Voy en un globo de aire caliente, surco el cielo.

Atravieso sueños, arcoíris, tormentas.

A veces el peso de mis decisiones me hace perder altura, y, preocupada, busco la manera de desprenderlo, pensando en que pronto se hará de noche. Olvidando mirar hacia adelante para descubrir los rayos de luz que se atreven aún a asomar tras un horizonte lejano cruzando el cielo naranja, despidiéndose del día.

Mi globo flota suavemente recortando su perfil en el cielo. Por debajo, grandes campos de fresas se extienden hasta donde alcanza la vista, bañando colinas y laderas de un verde tan cálido que se acentúa con la luz del atardecer, y me hacen sentir segura a pesar de la altura.

Sueño con bajar; parar en mi viaje y ser una niña, y tirarme rodando por las verdes faldas de las montañas riendo a carcajadas con una amiga. Correr y esconderme, apretarme mucho al piso para que nadie me vea y sentir el olor de la tierra y las fresas. Acabar acostada, boca arriba, mirando el lento desfile de las nubes de algodón rosado y encontrar que tienen forma de estrella, o de pato enorme. Y soñar. Sueño con soñar.

Mi globo flota suavemente en el cielo, y tengo todo un mundo por delante.

¡Gracias por leer mis estupideces!