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Cada vez le resulta más difícil salir a la calle. Es como si estuviera en una reclusión voluntaria.
Esta reclusión voluntaria también se ha traspasado poco a poco a su mente. Ni siquiera yo sé llegar hasta ella.
Antes tenía facilidad para escribir sus sentimientos, ahora todo lo escrito resulta inconexo, indescifrable. Quizá ni siquiera ella sea capaz de entenderlo completamente.

He intentado varias veces descifrar qué pasa por su cabeza. Pero todas y cada una de estas veces me ha sonreído y ha conseguido desviar la conversación a algo gracioso o banal, hasta que me olvido o me doy cuenta de que no podré conseguir entender nada.

Su sonrisa parece sincera. Parece tan sincera que no puedo evitar preguntarme cuándo dejó de sonreír de verdad.

No es la misma desde entonces, ambas lo sabemos. Creo que a ella no le importa. Ahora mismo es como una mula que trabaja día a día sin pensar, sin vivir. Cumple su función de sobrevivir y de hacer creer a todos que su vida sigue siendo igual y que sus ojos son tan alegres como antes.

Quizá deba dejar de importarme a mí también y abandonarme a la simple existencia de cumplir con mi papel en la vida. Quizá los humanos no seamos tan importantes, somos solo una pequeña parte del universo que a nadie importa si vive o si muere.

Pronto seremos como hormigas, y ya nada importará.

¡Gracias por leer mis estupideces!