Distancia


¿De qué sirve querer estar si no estoy?
A veces entro en contradicción con mi cuerpo, con el espacio y con el tiempo, hasta tal punto en que pienso que me voy a partir en mil pedazos y que cada uno de esos pedazos volará hasta donde debe estar, cada uno a un sitio diferente. A uno de los mil sitios diferentes en donde debería de estar y no estoy.
Pero desgraciadamente vivo en el mundo real, en donde mi cuerpo está aquí y ahora sin posibilidad de partirme.
Incapaz de hablar, de gritar, de hacer que me oigáis. De abrazar.
Quiero ser un fantasma, pasarme por el forro las leyes de la física. Aparecer al instante en cada uno de los sitios en los que debo estar. Velar por los trozos de vida que tengo repartidos por los extremos del mundo. Este estúpido mundo que tiene millones de extremos y todos tan lejos de aquí.
Si mi cuerpo me obedece, podré ser calor y abrazar a quien tiene frío.
Pero no obedece.

Elise II

Todos los mayores estaban en el jardín, bebiendo y riendo.
Elise se había metido en su habitación harta de que hicieran chistes que no entendía y se rieran de su reacción, y ahora los contemplaba asomada desde su ventana, de puntillas para llegar bien al alféizar.
Su tía se tambaleaba intentando llevar otro plato de aperitivos a la mesa. Elise sabía que se movía raro cuando bebía mucho vino, y también reía más de lo habitual. Por lo general ver a los adultos así le hacía gracia, pero hoy no estaba de humor.
Se giró y fue a su estantería. Cogió su cuaderno de tapas duras, hecho por ella misma, y se sentó en la cama a ojearlo.
Su gatita Lily se tumbó en su regazo a observar cómo pasaba las páginas, llenas de recortes, fotos, dibujos y flores. Ambas miraban atentamente cada detalle de cada página durante a veces varios minutos, ignorando las voces que hablaban en tonos elevados desde el jardín.
Cuando Elise llegó a la página en donde había pegado cuidadosamente una hoja de roble, la acarició con delicadeza, cerró la libreta y se estiró en la cama, todavía con la mimosa Lily sobre su regazo.
Se quedó un tiempo tumbada, pensando en qué podía ser eso que la hiciera especial, si lo había.
El el colegio le habían dicho que dibujaba bien, pero también habían alabado al pesado de Tim por dibujar un perro que parecía un monstruo peludo, así que no se fiaba.
Estuvo largo tiempo reflexionando sobre ello, mirando el techo. Incluso Lily se quedó dormida. Al rato ella también.
Cuando se despertó, había anochecido y solo entraba un poco de luz por la ventana. La gatita se había ido y ella tenía frío. Seguía un poco frustrada por no haber encontrado nada que la hiciera especial.
Con el ceño ligeramente fruncido y mordiéndose un poco el labio inferior (esa expresión que ponía cuando pensaba y que el ama Jane siempre decía que la hacía parecer muy adulta para su edad), guardó el cuaderno y salió de su cuarto.
Se dirigió a la cocina, ya que tenía hambre. Mientras mordisqueaba uno de los ricos pastelitos de ama Jane que había quedado en la mesa, pensó en lo bien que se le daba a ésta cocinar. Quizás podría enseñar a Elise a cocinar pastelitos, y así tendría algo que la haría especial...

Palabras en silencio

"Hacía solo unos segundos reflexionaba acerca de lo absurdo que era encontrar más seguridad entre esas  líneas que escribía que en el mundo real. Pero realmente, ¿qué había más real en ella que el arte?
Nunca se había considerado una artista, ni mucho menos. Pero solo podía encontrar el desahogo en los papeles que invadían su habitación, todos escritos hasta no dejar margen y desordenados.
No escribía para nadie. Escribía para detener el tiempo, para aliviar su mente. Creaba con palabras las notas que sus torpes manos eran incapaces de tocar. Escribía sin parar a todas horas todas aquellas palabras que nunca saldrían de su boca; eran demasiadas las que se habían alojado en su pecho, entre los pulmones. Necesitaba sacarlas.
Había momentos en que palabras afiladas podían con ella, querían que reventara, que gritara. Entonces ella se asomaba al balconcito de piedra de su cuarto y, bajo un cielo gris, con los ojos muy apretados, respiraba hondo mientras el viento bailaba con su pelo.
Oh, lo que habría dado por poder gritar. Su voz se negaba a responder. Hacía ya mucho tiempo que se había revelado en su contra; era como una venganza del universo por no haberse atrevido a hablar cuando podía.
Su vida había cambiado tanto y tan poco desde entonces...
Aún recordaba perfectamente cómo nadie había notado que algo le sucedía. Recordaba cómo, más silenciosa que nunca, había mirado con sus enormes y tímidos ojos a su alrededor, más consciente que nunca de lo inútil que había sido su voz.
Esa misma noche, silenciosa como era, y aún más silenciosa que antes, se marchó."

Sinceridad


"¿Baja autoestima? No me hagas reír. La autoestima solo está baja si está por debajo de lo que es uno.
Es una expresión que siempre he odiado que me intenten encasquetar. Es como un "no es que no tengas razón, sino que me hace sentir mal que otra persona hable así de sí misma y no sé qué decir".
Por eso siempre me callo. Prefiero guardarme mis opiniones con respecto a lo que soy, porque si no siempre hay alguien que se cree que tiene el deber de hacerte sentir mejor.
No es que no lo aprecie, ¿vale?... Lo entiendo, soy humana y he estado en tu lugar. Pero solo trataba de ser sincera, no quería que me soltaras una sarta de frases hechas llenas de mentiras por hacerme sentir mejor.
No necesito esas frases. Me hacen hasta más daño, porque sé que detrás de ellas una parte de tu cerebro está de acuerdo conmigo aunque jamás lo admitiría, puede que ni siquiera lo admitieras para ti mismo.
...
Cómo me gustaría haberme tragado mis palabras de antes de todo esto. Lo siento. Por esto también.
Siempre es mejor callarse.
Pero estoy harta de callarme y pensé que a lo mejor tú podías entenderme. No tienes que fingir conmigo ni decirme palabras bonitas, no me gustan.
Lo siento. Sin duda siempre es mejor callarse. Pero las palabras que no se dicen se quedan para siempre atravesando la garganta y dañando con sus filos, como flechas. Y yo veces sangro palabras de esas."

¡Gracias por leer mis estupideces!