Hoy he mirado al suelo por primera vez en mucho tiempo y está más lejos de lo que recordaba, cubierto de mis propias hojas.
No me había dado cuenta de lo marrones y quebradizas que se ven mis ramas sin ellas.
Es mi primer otoño.
Antes era casi verde al completo. Mis hojas eran verdes y tiernas, y disfrutaban la caricia del rocío por la mañana.
Antes la tierra húmeda refrescaba mis raíces, que hoy se agarran con aún más fuerza a la sequedad de este prado. Ahora el viento me golpea.
Acabo de recordar que una vez tuve flores blancas. Las abejas me hacían cosquillas al posarse en ellas.
El amanecer era entonces un bien esperado. Me permitía a mí mismo disfrutar de la luz durante el día. Me refrescaba en la noche.
Estoy cansado. Ahora nada es bueno. El sol es escaso de día y me horroriza ver que es insuficiente, y por eso temo siempre que llegue el albor. Pero la noche tampoco me agrada: es tan fría y silenciosa que me hiere.
Me gustaría poder cerrar los ojos y dejarme morir. Sin embargo, los ojos siempre terminan por abrirse para demostrarme que sigo vivo. Y seguir vivo se ha convertido en un castigo inevitable...
Un día se me acercó un hombre.
Se colgó de mi rama más fuerte intentando morir.
Mi rama se partió. Se partió mi rama, y él seguía vivo.
Recogió su cuerda. No lloró. La recogió y susurró, como si supiera que yo le oía: "Lo más trágico de la muerte es seguir vivo". Y se fue.
Esa noche llovió, por primera vez en muchísimo tiempo. Mi rama seguía tirada en el suelo, y fui consciente de que con el tiempo sería mi propio alimento.
Y aún así, yo seguía vivo.
Perecer y morir jamás tendrá que ser una opción. Sé y confio que fuiste fuerte durante todo este tiempo, lo seguirás siendo escribiendo así, con esas sutiles palabras.
ResponderEliminarTendrás miles de motivos para creer que las mañanas están oscuras, que la noche lo sigue siendo. Que ya crees en lo imposible para hacer que eso cambie porque siempre hay una esperanza. Porque la tienes.
Aquél hombre que pereció por su propio peso. Cayó, se deslizó y no alcanzó a morir. Sé que jamás lo hizo, porque me contó un pajarito, ya sea un pájaro negro, cegado. Lo más parecido a un cuervo. Oscurecido. O uno claro y sincero. Me contaron ellos dos: es posible una mañana calida, más que de un hermoso verano de tierras del paraiso. Es posible ya noches sin miedo, las cuales siendo pequeña, tal cual me contó mi hermanita, dan miedo. El miedo no es una opción, el miedo es un desafio el cual debemos afrontar en nuestro día a día. Porque también mis mañanas han sido así de dificiles y mis noches así de oscuras. ¡Hoy he rezado!
Ya la fortaleza está en ti. Nadie te la podrá quitar, nadie jamás lo hizo. Ya seguir vivo no quiero que sea un castigo inevitable. No para tí. Te deseo mucha fuerza, como siempre: ¡ese siempre es mi deseo!