Día raro.

Hoy no sé muy bien de qué escribir.
Ha llovido, y a pesar de estar con una gripe bastante fea no he podido evitar salir un rato a pasear bajo la lluvia.
Es bonita la lluvia en la ciudad. 
Necesitaba salir del piso. La verdad es que no soporto estar encerrada, y la sensación de claustrofobia se hace más grande cuando no llega apenas luz, o no puedo ni estar en el salón o tengo que mantener la puerta de mi habitación cerrada, gracias a lo que podemos llamar el "efecto casera". Pero no me apetece abordar el tema por ahora, no tengo ganas de quejarme.
Así que he ido caminando hasta el Manzanares, simplemente por irme de aquí. Por despejarme un poco. Con un Termalgin en el bolsillo, eso sí; me dolía muchísimo la cabeza.
De camino he visto a muchos adolescentes que iban en esa dirección... Y por un segundo me he sentido increíblemente lejos de esas épocas. Es bastante estúpido, ya que sólo tengo 18 años... pero el instituto me parece que queda a millones de años hacia atrás en el tiempo. Todo queda tan lejos... Supongo que son muchos cambios y muy grandes en poco tiempo. Pero tampoco es para tanto, y no puedo quejarme. Después de todo, las cosas van bastante bien en general.
Qué día tan raro. Un día enorme, eterno. Parece que no acaba nunca. Y lo he desperdiciado bastante. Odio desperdiciar días, me siento fatal. No tenía ganas de nada.
Hoy, sinceramente, no estoy muy satisfecha con lo que hago. No es que sea derrotista, pero es lo que hoy tengo en la cabeza. Supongo que es de esos días en los que no entiendes muy bien por qué amanece, porque no tienen ningún sentido. 
Pero la vida sigue, como siempre.


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Esta entrada tampoco ha tenido mucho sentido, pero es lo que tengo en la cabeza en estos momentos.