Decisiones

Yo soy de las que creen que, de alguna manera, somos nosotros mismos quienes construimos nuestras vidas, al menos hasta cierto punto.
También creo que influye mucho, claro está, nuestro entorno. Quiero decir, cómo es lo que nos rodea social y materialmente, las circunstancias que se nos han presentado, las personas que están alrededor de nosotros...
Hay toda una serie de factores interminable que nos convierte en lo que somos, sí. Pero lo que quiero decir es que no somos sujetos pasivos ante el mundo. No es sólo lo de fuera lo que cuenta, importa también lo que nosotros hacemos ante tales circunstancias, cómo reaccionamos, aunque incluso nuestro comportamiento se derive en gran parte de éstas. 
Eso es lo que hace que seamos diferentes entre nosotros, que la vida sea interesante. Y no vale justificarse sólo con lo que hemos vivido, pero sí que ayuda a que entendamos qué pasa por la mente de los otros.
Dicho esto, hay que decir que a veces en nuestra vida tenemos que tomar decisiones. A veces es una idiotez, como simplemente irte, o decir algo. A veces va más allá.
Supongo que todos nos hemos hecho, de manera consciente o inconsciente, preguntas como: ¿qué tipo de persona queremos ser? ¿cómo nos gustaría -si es que nos gustaría- influir en el mundo y en nuestro entorno? ¿cómo queremos vivir? ¿cómo seremos en unos años?... Y de alguna manera tomamos la decisión de seguir nuestros planes. Y si no te lo has preguntado, es interesante hacerlo... Lo cumplas o no, creo que es una manera de echar una ojeada a lo que somos realmente, de conocernos un poco más. Incluso, si eres sincero, puede que la respuesta te llegue a sorprender, pero hay que hacerlo sin miedo. Es lo que somos.
En cuanto a las decisiones más banales, a veces cambian tu vida aunque no lo esperes en absoluto. De repente, con el tiempo, cobran importancia. Por poner un ejemplo, yo cuando era aún una cría -más que ahora, ¡que sólo tengo 18 años!- de 13 años me atreví a comentar que no estaría mal hacer teatro. 
Antes no lo habría hecho jamás por vergüenza. Yo era mil veces más tímida que ahora, pero por una vez me atreví a decir un poco lo que pensaba y gracias a eso, poco después se enteró el que por aquel entonces daba teatro en mi instituto y prácticamente me apuntó. Y por una vez, sorprendiéndome a mí misma, me atreví. Y eso cambió mi vida hasta un punto que si en ese momento me llegan a decir que a los 18 no viviría en casa de mis padres y estaría en Madrid estudiando teatro no me lo hubiera creído ni por un segundo.
Pero el caso es que me arriesgué, y si no lo hubiera hecho no sólo no estaría aquí, sino que no habría conocido a la gente más importante para mí fuera de mi familia, no habría perdido al menos una parte de mi vergüenza, no conocería el valor del riesgo, no sería quien soy hoy, no me hubiera enganchado con el teatro... y todo lo que esto trajo a mi vida.
Vamos, que me habría perdido demasiadas cosas. Probablemente, a día de hoy estaría en casa y sería una persona totalmente diferente. Mucho más encerrada en mí misma (y eso es mucho decir) y más solitaria. Y dudo seriamente que fuera feliz -tampoco es que mi vida sea maravillosa, pero hay por donde tirar-.
Esto es sólo una reflexión de la importancia de nosotros mismos en nuestras vidas, incluso en lo más pequeño de todo, y que me surgió por un tema que nada tiene que ver con esto.
Sólo quiero que lo pienses, quien seas. Que tengas en cuenta que la vida no te va a comer, que te actives, que vale la pena arriesgarse y que hasta la más mínima cosa que hagas puede cambiarte drásticamente.
Y que no hay que tener miedo.

2 comentarios:

¡Gracias por leer mis estupideces!