Madrid

Vivir en la "gran ciudad" es, para mí, bastante raro. Es como si... no sé, como que hay tanto ruido que apenas se puede oír la respiración propia. 
Y todas las calles están como invadidas por una energía enorme, todo es movimiento, todo es bullicio. Todo el mundo va de aquí para allá, sin detenerse. Todo el mundo tiene prisa. Y quien no tiene prisa, se contagia de la prisa del resto. Cuando te das cuenta, estás saltándote semáforos aunque vayas con media hora de antelación, o aunque no tengas nada que hacer allí donde vas. Y adelantando a los pocos valientes que se atreven a ir a otro ritmo.
A veces me paro a mí misma, sorprendida al ver que hago estas cosas. Y pienso ¿por qué tanta prisa? Hace un día estupendo, está genial para estar en la calle, y me veo prácticamente corriendo a mi piso. Es absurdo. Y ¿qué problema hay en esperar 20 segundos para que el semáforo esté en verde, y poder cruzar? Absurdo, absurdo, absurdo. De hecho, puede que te estés jugando la vida en un momento determinado por cruzar un poco antes. No digo que no me salte los semáforos, pero hay veces que simplemente no hay necesidad.
Además, está el metro. Algo que yo casi ni conocía hasta ahora. En Gran Canaria no tenemos metro, claro está. 
Pero es un lugar fantástico para observar gente. Y es que son toneladas de seres humanos -en hora punta- de los cuales la mayoría son currantes cabizbajos que viajan solos, señoras mayores, o estudiantes. A veces la cosa se pone incluso territorial. Mujeres con tacones de aguja -y cara de sufrimiento-, señoras mayores y trabajadores cansados y descontentos que van de pie parecen tener controlado todo el vagón. Como si tuviesen un radar y supieran quién se bajará en la próxima parada para ir -muchísimo más rápido de lo que te esperas, ya sea por tener los pies destrozados, por su pinta de cansancio o simplemente por parecer ancianitas frágiles- directos al asiento que queda libre antes de que otros viajeros más distraídos puedan siquiera ver lo que ha pasado.
Yo suelo viajar de pie, apoyada a una puerta y mirando disimuladamente lo que ocurre. Tampoco es que haga trayectos largos, y desde ahí tengo una buena visión en general. A veces descubro gente interesante. Otras veces... regreso a mi iPod, con mi música y lo que esté leyendo en ese momento, para esperar el momento de salir. Yo, como soy bajita, suelo quedar bastante oculta y perdida entre la multitud hasta que consigo llegar afuera de la estación y tomar el aire. El metro, en realidad, agobia un poco... Pero es barato y rápido. Dicho así, en realidad se ajusta bastante a este estilo de vida rápido, en el que lo que importa es llegar cuanto antes en vez de pararse en mitad de la calle a disfrutar del día.

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